¿Maestro yo?

No hay mejor experiencia que encontrar a una persona que tiene hambre de aprender, ver su respuesta a la nueva información adquirida. Un verdadero maestro logra su misión cuando su aprendiz hace cambios importantes en su vida, modo de pensar y conducta. Es una meta que todo maestro y Educador Cooperativo debe ponerse.

Quizá pensemos: “¿Yo, un maestro?” Tal vez nos ha asaltado la idea de que no nacimos para enseñar, o que no somos tan buenos para eso; es normal que tengamos miedos, temores o limitaciones, todos los tenemos. Además todo trabajo que involucra la interacción con personas implica cierto grado de concentración, “estrés” y un reto consciente para lograr la comunicación, después de todo es más fácil y cómodo quedarse callado, y aunque podemos enseñar sin hablar, no podemos enseñar plenamente sin vivir, o convivir con otros. Se requiere de alguien que enseñe y de alguien que aprenda.

Por lo anterior, no temas, todos nacimos con la capacidad de enseñar, y todos podemos ser enseñados y aprender de los demás, con lo que hacemos y decimos y hasta con lo que dejamos de hacer. Un educador hace de ello un arte: logra inspirar a otros, emocionarnos, poniendo conocimientos frente a nosotros que nos abren las puertas a posibilidades infinitas. Un educador nos abre el mundo ante nosotros, no da razones para avanzar, nos enseña cómo descubrir la manera de hacerlo, y hasta nos convierte en educadores de otros, al arraigar en nosotros convicciones que nos acompañarán toda la vida.

Déjate enseñar

Aunque parezca paradójico un educador cooperativo mejora cuando se deja enseñar, y se deja enseñar cuando no deja que se apague su sed de aprender, de autocapacitarse, cuando no cae en la monotonía de la rutina, sino que se reta a si mismo, no en comparación con otra persona, sino retándose para superarse a si mismo. Busca nuevas experiencias, emprende nuevas ideas, aterriza y convierte en realidad nuevos proyectos; disfruta de escuchar y aprender de los demás y de su entorno, tanto lo que debe imitar como los ejemplos que debe evitar. La humildad permite al educador observar las cualidades de los demás y decir: “yo puedo aprender algo aquí”

Un buen educador procura utilizar formas sencillas de enseñar incluso temas complejos. Logra abrir la mente de las personas con ejemplos, anécdotas, comparaciones, preguntas atinadas, etc., que reflejan su interés genuino en sus estudiantes, sean socios, compañeros de trabajo, subordinados, o jefes, sin límites. Siempre está enseñando de manera natural. La vocación de educador exige que ame lo que enseña, ame a quienes enseña y ame enseñar, este triángulo virtuoso le permitirá realmente disfrutar de hacer su labor.

En este mes que anualmente recordamos a nuestros valiosos maestros, quiero extender una amplia felicitación y reconocimiento a cada uno de nuestros Educadores Cooperativos de Caja Popular Mexicana, que día a día contribuyen a que nuestra cooperativa crezca no solo económicamente sino en la calidad de cooperativistas que participamos en ella. Verdaderamente gracias.

Todos somos educadores

Quiero finalizar con una reflexión: aunque existe el puesto de Educador en las cooperativas, en el sentido más puro, podemos decir que todos los que se digan ser cooperativistas estamos llamados a ser también educadores, pues todo cooperativista que se precie de serlo practica los siete Principios Cooperativos universales, por tanto todos son participantes voluntarios, demócratas, inversionistas de capital, autogestionarios, unificadores, agentes de cambio comunitarios y… educadores, sí, todos los cooperativistas son educadores del modelo cooperativo.

SUSCRÍBETE A NUESTRO

BOLETÍN

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Previous Post

Mamá cooperativa: mujer de retos

Next Post

Cooperativa de las Américas anuncia el estreno de la segunda temporada de CoopsTV