Como sabemos, el modelo cooperativo se basa en la autoayuda con una visión a largo plazo sobre el crecimiento económico y el desarrollo social, destacando su potencial y avance en el empoderamiento femenino.
Se dice que antes de los famosos Pioneros de Rochdale existió la Sociedad de las Hilanderas de Fenwick, la primera cooperativa de consumo del mundo creada por un grupo de mujeres artesanas textiles en Gran Bretaña (1769).
De cualquier manera, los Pioneros de Rochdale (1844), también fueron precursores del empoderamiento de la mujer permitiendo que formaran parte de la cooperativa desde su inicio, 50 años antes de que un país reconociera el sufragio femenino y 60 años antes de que las mujeres británicas pudieran votar en unas elecciones.
Más tarde, en 1883, en Inglaterra se creó la primera organización cooperativa de mujeres (Women’s Co-operative Guild), la cual estuvo vigente hasta hace algunos años y participó en las campañas por el sufragio femenino, los derechos reproductivos y la igualdad salarial con los hombres.
Más recientemente, en 2009, Dame Pauline Green (Gzira, Malta) se convirtió en la primera mujer, luego de 120 años, en estar al frente de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), la organización más representativa del movimiento cooperativo a nivel mundial.
Incluso actualmente, la Agenda de Desarrollo 2030 de la ONU ha puesto el empoderamiento femenino como un requisito para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Las cooperativas responden más fácilmente al reto de hacer cambios en la cultura organizativa, los métodos de trabajo, las oportunidades de educación y formación para que dicho empoderamiento se convierta en una realidad.
La participación de las mujeres en condiciones de poder y equidad, fomenta el equilibrio entre lo social y lo empresarial, promoviendo la identidad, la credibilidad y el cumplimiento de los objetivos del movimiento cooperativo.
Texto basado en artículos publicados en www.coomeva.com
